Refugio natural, La Liébana acoge a los primitivos pobladores, los cántabros, que se niegan a someterse a Roma. Ahí comienza una historia larga en acontecimientos y hechos trascendentes.

A salvo de las incursiones árabes tras la invasión de la Península Ibérica en el siglo VIII, la repoblación del territorio es rápida y en ello juegan un importante papel las ordenes monásticas que a lo largo de la Alta Edad Media hayan reposo y modo de vida a lo largo y ancho de la comarca.

Las luchas feudales entre las casas de los Mendozas y los Manriques se saldarán, a mediados del siglo XV, cuando Diego Hurtado de Mendoza, hijo del Marqués de Santillana, recibe de los Reyes Católicos el título de duque del Infantado. El dominio del gran Ducado, pese a la continuada resistencia de los lebaniegos, se prolongó hasta el siglo XIX.